Pues ya hace una semana que me enteré que decidiste irte, y es que Joan, no es lo mismo morir que decidir morir, no es lo mismo morir que matarse. No he podio llorar desde que me enteré y cuando me enteré no podía parar de llorar. Tu cara, el sonido de tu voz, tu risa, pasa por mi cabeza a través de imágenes montadas como si protagonizaras un cortometraje, corto Joan, porque tu vida ha sido corta, y lo has decidido tu, si, lo has decidido tu.
Cuando llegué el otro día al barrio y me lo dijeron, dando por hecho que lo sabia, me calló un martillo en la cabeza golpeándome muy fuerte, no pude cerrar la boca, mis ojos se llenaron de horror, si horror, porque nunca me habría imaginado que tú harías eso, que tú decidirías morir, no estaba en el plan, no se contemplaba. Quizá esperaba verte en la esquina de esa tortuosa barra, como siempre, con tu quinto, hablando con tu amigo con tu media sonrisa, esa que te salia al ver a la Amparito ciega marear a la peña. Y si no hubieras decidido irte, quizá no te hubiera visto, ni siquiera me habría planteado qué era de tu existencia, porque daría por hecho que la próxima vez que volviera a esa barra ahí estarías, pero no estabas, ya no estarás más.
Hace relativamente poco estuve reflexionando sobre la vida y la muerte. En que deberíamos comprender que es posible decidir morir, que era algo respetable, no se si admirable, porque hay que tener muchos cojones para quitarse la vida y, perdóname Joan, pero no pensaba que tu los tendrías, tampoco pensaba que lo desearas y ahora no lo entiendo. No entiendo nada. Perdóname también por dar por hecho, por creer que estarías bien, por creer que siempre estarías ahí, por no haber ido a despedirte, un escalofrío me recorre al pensarte y es que no se cómo ni por qué eso, me tiene desolada.
Todos los días veo tu firma en la persiana del trabajo, ahí estás, en las paredes y persianas que pintaste, en la esquina de esa barra, en la fuente fumándote un porro, en la huerta paseando a la Uma, en aquel tranvía donde una vez nos echamos unas risas, en los pensamientos que algún día me asaltaron de si me liaría contigo alguna vez, porque eras muy bonico y un buen tío Joan, muy buen tío, y de esos andamos escasas, sabes.
No estoy enfadada no, quiero creer que puedo entenderte, quiero confesarte que algún día en algún momento de esta vida lo pensé, pero yo no tengo cojones Joan, y decidí que era mejor vivir con mis dos ovarios.
Celebremos pues, yo la vida y tu la muerte, nuestros caminos escogidos y ya nos cruzaremos Joan, seguramente en sueños.
Buen viaje amigo