El sexo mata la emoción,
desvirtúa,
crear expectativas
en lugar de descubrirse,
de construirse en base
a la incipiente confianza
de dos seres,
que apenas
se reconocen íntimos.
Las expectativas
infundadas
y el sexo
inseguro,
juez de nada,
crean precipicios
que una vez saltados,
no admiten retorno.
El sexo
expectante
es perverso
y con el tiempo,
duele.
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